Niña ingrata
Niña ingrata, que siempre esperas recibir ¿sabes acaso
cuantas lágrimas derramé por ti? Tus ojos nunca vieron mi corazón encogido por
tus penas, por ese odio que traes contigo, y que aún no logras dejar atrás.
Niña ingrata, te he dado tanto y aún me pides más. Quieres
de mí tiempo, dulzura, comprensión y calma. Quieres de mí hasta lo que no es
mío para dar. Quieres de mí hasta mi propio nombre.
Niña, mira, ve a quien tienes frente a ti. No sigas viendo
esa imagen vacía, esa sonrisa sin brillo en los ojos, ese abrazo que busca
contener tu cuerpo para que no te desbordes. Ve a quien tienes delante. Una
persona. Su dolor. Sus ilusiones. Sus carencias. Su amor. Un alma.
Mis ojos se han secado para ti. Sé que me olvidarás
fácilmente. Que seré sólo una sombra en tu pasado. Que quizás, me recordarás
algún día… una imagen difusa, oscura como un sueño. Sé que te olvidaré. Más
lento, porque mis años pesan más. ¿Seguirás, en ese momento, siendo una niña?
Niña ingrata, llorarás por otros. Tu corazón también se
encogerá ante el pesar, ante la injusticia, ante el odio. Tus ojos derramarán
incontables lágrimas. Y quizás, algún día, llorarás por mí. No recordarás, en
ese momento, mi nombre. Mi cara no estará en tus recuerdos. Pero sentirás el
dolor que sentí por ti. Sentirás la pena y ¿serás acaso capaz de seguir
viviendo? Querrás llorar hasta que las lágrimas llenen ese vacío que tienes en
el pecho, pero escurrirán, presurosas, por cada rincón de tu cuerpo. Por cada
músculo. Por cada hueso.
Niña ingrata ¿aprenderás lo que quise enseñarte? ¿Conocerás
el dolor y la sublime alegría? ¿Podrás convertir tu tristeza en sonrisa? ¿Dejarás,
algún día, de ser una niña?
Niña, mi niña ingrata, te espera un largo camino. Crecerás,
aprenderás, llorarás, olvidarás. Quién sabe si conocerás a otros. Si verás, por
fin, el brillo de su alma. Si algún día llegará a tu vida aquel que con su
ceguera haga sentir a tu corazón el profundo vacío que siente el mío.