domingo, agosto 30, 2009

Irse por las ramas



Es algo que tiendo a hacer. Me encuentro aquí de nuevo, tengo poco tiempo, pocas ganas de hacer lo que debo y... algo de inspiración para escribir... y para hacer dibujitos en paint.
Me he puesto a pensar sobre mis fortalezas y debilidades, y he llegado a la conclusión que la mayor parte de mis características corresponden a ambas. Cosas que algunos ven como fortalezas pueden ser a la vez puntos débiles, y muchas de esas aparentes debilidades tienen detrás una potencial fortaleza que uno nunca se habría imaginado.

Estoy en medio de terminar una etapa (y comenzar una completamente nueva), que fue una etapa muy bonita, en la que aprendí muchas cosas sobre el mundo, sobre la gente y sobre mí. Cuando la empecé, tuve la maravillosa oportunidad de empezar con una hoja en blanco: nadie me conocía, nadie esperaba nada de mí. Pude jugar a ser quien yo quise... y saliéndome de ese detestable marco, aprendí lo que podía llegar a ser. Conocí nuevos caminos, a nueva gente. Sin embargo, no fue más que un simple cambio de marco.

Junto con finalizar esta etapa, he tenido que reflexionar mucho acerca de las etapas que ya viví por otras razones. He descubierto cosas sobre mí, me he reencontrado con esa persona un tanto cínica (y quizás hasta amargada a los ojos de alguna gente) que salió alguna vez de "esa" (horrible) etapa de mi vida que tanto detesté. También me he reencontrado con esa persona ingenua y crítica que había estado escondida tanto tiempo. Sin embargo, sigo siendo todo lo que aprendí a ser después de eso.

Nunca he creído ser una buena o una mala persona, a veces me porto como una buena persona, a veces como una víbora, pero intrínsecamente no creo tener inclinaciones más fuertes hacia uno u otro lado. Si tuviera que elegir, probablemente diría que soy una mala persona con fuertes sentimientos de culpa y cierta tendencia a la paranoia. Mi conciencia moral no es precisamente una que pudiera catalogarse como avanzada.

Agradezco mucho todas las cosas que he vivido, por todo lo que he aprendido... y aún más por todas las aventuras que me esperan, por todos los libros que me faltan por leer, por toda la gente que aún no conozco.

A veces, es difícil valorar algunas cosas. Como dije antes, tuve una etapa innombrable, malvada y que realmente no me agradó. Si pudiera cambiarla de alguna forma, posiblemente lo haría.
Sin embargo, esos 7 años me hicieron en parte lo que soy ahora. Hay muchas cosas que no aprendí en su minuto, que no las entendí... pero luego, con la experiencia, con otras cosas que aprendí tuvieron sentido. No mucho, pero algo. Aún tengo algunas cosas pendientes que creo que recién voy a entenderlas en un buen tiempo más.
Pienso que uno debería sacar el máximo provecho de todo lo que vive, aunque no lo haga en ese minuto y sea hasta mucho después que logre hacerlo... precisamente por eso a veces me angustia tanto la perspectiva de "vivir" frente a lo fácil que aparece sobrevivir y simplemente arreglárselas día a día como uno pueda. Hacerse cargo de vivir la propia vida no deja de ser una tarea agobiante, especialmente porque no hay forma de tomarse vacaciones de eso.

Hay algunas cosas que me hacen sentir tremendamente libre. Me hacen olvidar todas estas ataduras que uno elige ponerse en distintos momentos de la vida. No es que me queje especialemente de ellas, la gran mayoría son cosas que yo misma decidí hacer (o no hacer) y no me arrepiento de esa decisión... es sólo que a veces tanta cuerda se hace algo pesada.
La mayoría son detalles... cosas hasta un poco tontas. Caminar en la mañana y llenarse los pulmones con ese aire aún un poco húmedo, mientras uno ve esa luz suave que aún no logra llenar todo el cielo. Cantar con todas tus fuerzas, sin importar ningún detalle técnico... cantar desde el fondo del corazón... bailar, pintar, sentarse a leer en la ventana. Sonreírle a un desconocido (¡y aún más si te responden con otra sonrisa!).

Me asusta un poco el futuro.
También le temo algo al presente... ¿estaré haciendo bien las cosas? Veo a tanta gente que tiene la misma edad, o las mismas metas... y van tanto más adelante, o van por otros caminos. No puedo evitar pensar si este ritmo que llevo no será adecuado, o si el que tomé será el camino equivocado. ¿Paranoia? Seguro que sí.
Es entonces cuando me paro, miro a todos lados y cierro los ojos. Respiro profundo... una, dos, tres veces. Balanceo mi cabeza, muevo mis hombros. Respiro una vez más, y abro los ojos para descubrir un mundo aún más colorido que antes. Y sigo adelante.
Aunque no sé qué pasaría si al abrir mis ojos el mundo siguiera grisáceo.